Pensar en lo pasado. Disfrutar de lo reido. Hacer balance
siempre se me ha dado fatal. Porque las partes malas tienden a perderse por el
camino. Pero es que este año del fin del mundo me ha dado muchos motivos para
sonreir. Ha sido un año de dolores de cabeza interminables. De pesadillas hasta
perder el sueño. Pero que han conseguido que sea yo quien acabe, y no ellos
conmigo. El año de hacer, por primera vez, lo que más me apetecía. De descubrir
una confianza en mí misma que no sabía que tenía. Un año de volver a lugares
comunes. Y que te reciban con abrazos en todos. De ir a ver a los primeros
amigos que se fueron a la aventura. Y a los que se fueron solo para un rato. El
año de descubrir que muchos han decidido liarse la manta a la cabeza y que
convertirán el año que viene en el año de las visitas. El año de los fines de
semana libres y los líos de cabeza. De cortarse el pelo y estirar el cuello. El
año de los mil conciertos. El año de los killers. De maga. De la casa azul. de
Iván. De Christina. De Jaume. De Tachenko y su bigote. De los Kooks. De Supersumbarina.
De Kimbra. De Sigur Ros. De Justice. De Kings of Convenience. De Dorian y
cualquier otra parte en reproducción continua. El año de Rufus. Y de los 10.000
kilómetros. El año de los proyectos finales y los finales de proyecto. El año
que por fin estuve en la playa en San Juan. De Cabo de Gata. De volver a Barcelona
y a Almería. De volver en general, sobre todo a mi vida. De Granada sin Alhambra
pero con alhambras. De volver a Aachen para descubrir que no me fui jamás. De
Grecia y de Turquía. De Bolonia. De Córdoba y de proyectos de China. El año que
se puede escribir con nombres propios. De intentar buscar iniciales de los que
han tenido parte importante y que el abecedario se me quede corto. El año de
descubrir tanta gente buena que me cuesta creérmelo. El año de pisar un montón
de islas, con el agobio que me producen. Y de pisar Asia por primera vez. De vacaciones
con gatos y señoras Durrels. Ferrys, playas y cerebros desconectados. El año
del plotter y las carpetas. El año de las maquetas. El año en el que "gracias" se
quedó tan corto que tendría que plantearme inventar otra palabra. El año de los
planes y los proyectos. El año de ordenarme la cabeza y desordenarme el pelo. El
año de hacer fotos porque sí y de tomarme el tiempo necesario para disfrutarlo.
De paisajes, de retratos y de gatos. Y Gata. El año de ir por carretera
cantando a voz en grito. De eliminar el estrés horneando galletas. Y brownies. Y
cookies. Y cupcakes. El año de sonreírle a los desconocidos y que me devuelvan
la sonrisa. De cerrar el karaoke. De despedir sin decir adiós. El año de las
compras compulsivas y las risas contenidas. El año de los abrazos. Aunque eso
ya lo he dicho. El año de empezar a ser un poquito más feliz, que para eso es
el fin del mundo (hasta hoy).