01 octubre, 2012

menü fünf


Cinco años. Un lustro. Posiblemente los cinco años en los que más me he reído en mi vida (que ya es partir de cotas altas, para qué mentir). Cinco años en los que los ojos se me llenan de recuerdos, de gente nueva que se convirtió inmediatamente en indispensable. De gente que estaba ahí antes, y que ahora sé que se quedará para siempre. La vida, que hace filtro. Cinco años en los que he aprendido a hacer fotos y a viajar. A viajar con los bolsillos vacíos y las ganas puestas. También he aprendido a huir. Pero siempre hacia delante.  Me veo incapaz de resumir estos cinco años (yo, la reina del collage de fotos y el punto y seguido), porque no quiero dejarme ninguna sonrisa, ningún abrazo, ninguna mirada. Hoy cumplo cinco años. Porque hoy hace cinco años que Aachen entró en mi vida, trayéndome a mí de paso. Es cierto que estos cinco años también han estado llenos de despedidas: en aeropuertos, en estaciones de tren, en paradas de autobús, en taxis, en intercambiadores y en estaciones intermodales. Despedidas que detesto. Y en las que nunca se dice adiós. Son cinco años de repartir amigos por el mundo y jugar a visitarlos. Amigos propios y heredados. De hacer planes y recorrer el mundo con amigos de amigos que se convierten en propios. Cinco años en los que he conocido quince países, he aprendido alemán, puedo chapurrear italiano y catalán (con acento valenciano, eso sí) y he acabado la carrera. Cinco años en los que he sido inmensamente feliz.
Gracias a todos, por venir y contribuir.

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