01 enero, 2013

ready to start


Pensar en lo pasado. Disfrutar de lo reido. Hacer balance siempre se me ha dado fatal. Porque las partes malas tienden a perderse por el camino. Pero es que este año del fin del mundo me ha dado muchos motivos para sonreir. Ha sido un año de dolores de cabeza interminables. De pesadillas hasta perder el sueño. Pero que han conseguido que sea yo quien acabe, y no ellos conmigo. El año de hacer, por primera vez, lo que más me apetecía. De descubrir una confianza en mí misma que no sabía que tenía. Un año de volver a lugares comunes. Y que te reciban con abrazos en todos. De ir a ver a los primeros amigos que se fueron a la aventura. Y a los que se fueron solo para un rato. El año de descubrir que muchos han decidido liarse la manta a la cabeza y que convertirán el año que viene en el año de las visitas. El año de los fines de semana libres y los líos de cabeza. De cortarse el pelo y estirar el cuello. El año de los mil conciertos. El año de los killers. De maga. De la casa azul. de Iván. De Christina. De Jaume. De Tachenko y su bigote. De los Kooks. De Supersumbarina. De Kimbra. De Sigur Ros. De Justice. De Kings of Convenience. De Dorian y cualquier otra parte en reproducción continua. El año de Rufus. Y de los 10.000 kilómetros. El año de los proyectos finales y los finales de proyecto. El año que por fin estuve en la playa en San Juan. De Cabo de Gata. De volver a Barcelona y a Almería. De volver en general, sobre todo a mi vida. De Granada sin Alhambra pero con alhambras. De volver a Aachen para descubrir que no me fui jamás. De Grecia y de Turquía. De Bolonia. De Córdoba y de proyectos de China. El año que se puede escribir con nombres propios. De intentar buscar iniciales de los que han tenido parte importante y que el abecedario se me quede corto. El año de descubrir tanta gente buena que me cuesta creérmelo. El año de pisar un montón de islas, con el agobio que me producen. Y de pisar Asia por primera vez. De vacaciones con gatos y señoras Durrels. Ferrys, playas y cerebros desconectados. El año del plotter y las carpetas. El año de las maquetas. El año en el que "gracias" se quedó tan corto que tendría que plantearme inventar otra palabra. El año de los planes y los proyectos. El año de ordenarme la cabeza y desordenarme el pelo. El año de hacer fotos porque sí y de tomarme el tiempo necesario para disfrutarlo. De paisajes, de retratos y de gatos. Y Gata. El año de ir por carretera cantando a voz en grito. De eliminar el estrés horneando galletas. Y brownies. Y cookies. Y cupcakes. El año de sonreírle a los desconocidos y que me devuelvan la sonrisa. De cerrar el karaoke. De despedir sin decir adiós. El año de las compras compulsivas y las risas contenidas. El año de los abrazos. Aunque eso ya lo he dicho. El año de empezar a ser un poquito más feliz, que para eso es el fin del mundo (hasta hoy).

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